martes, 15 de agosto de 2017
Pandilla juvenil
Son muchachos sumidos en el desconcierto y la desesperanza de sus propias tragedias. Sus vidas están manchadas de historias escabrosas, tragedias e incomprensión que los han arrastrado a ser vistos como un problema social. Su realidad se teje en las calles de barrios marginados de localidades como Ciudad Bolívar, Usme, Bosa, Suba o San Cristóbal; especialmente renombradas cuando se habla de pandillas juveniles. Pero estos grupos también germinan en los barrios más exclusivos. Muchos de los que los conforman han acabado con la vida de sus mejores amigos, e incluso la de sus propios padrastros guiados por resentimientos, maltratos o tan solo por probar de qué son capaces. Lo triste es que estos grupos normalmente están conformadas por niños que apenas comienzan a conocer el mundo, de ocho o diez años. Y también por niñas, que muchas veces terminan violadas por sus propios compañeros. La realidad de todo esto es la falta de oportunidades de educación, de trabajo y capacitación
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